El artista, siempre superficial, se mueve y expresa en la realidad de la percepción simbólica. Por debajo de esa capa, el mamífero y el reptil respiran. Uno busca calor, el otro comida y techo.
Y por encima de todos, está el jefe, que es más frío que una serpiente, pero además tiene alas. El jefe es mucho más superficial que el artista. Pero no juega ni duerme en el símbolo, sino que penetra como miles de agujas lo que no se ve, y en ese penetrar une, pega, cohesiona, vincula. Y entonces el símbolo se derrite hacia abajo, como máscara que es. Y la Tierra lo absorbe y se alimenta.