A veces puedo generar, dentro del inventario de mi memoria (el banco de datos, la "biblioteca"), determinadas imágenes de mi mismo. Estas imágenes son hijas de una dinámica propia del pensamiento: YO SOY ÉSTO, YO NO SOY AQUELLO. Esta dinámica de opuestos, útil para organizar mis actividades cotidianas, puede resultar desgastante cuando va cargada de contenido emocional. En la tensión generada entre esos opuestos, tensión que surge de la comparación, formo imágenes internas que se almacenan en mi memoria; en ocasiones me identifico con ellas. Muchas veces durante un tiempo, a veces durante años. Esas imágenes pueden ser profesiones, roles, atributos, defectos, enfermedades, estilos de vestirme, maneras de comportarme. Las imágenes internas pueden llegar a ser útiles para orientarme en la vida cotidiana; pueden servir como guía y ayuda. El asunto se pone espeso cuando creo que yo SOY esas imágenes.
En este último caso, las imágenes se establecen, se hacen rígidas. Se asientan. Se hacen carne. Y en algunas ocasiones, hasta tienen autonomía. Algo así como si fuesen huéspedes que luego se transforman en amos y señores de la casa.
Y necesitan mucha energía para mantenerse dentro mio, vivas. Las puedo nutrir con mi propia fuerza e intensidad, repitiéndome una y otra vez mis creencias internas y mis ideales que, por supuesto, siempre entrarán en conflicto con los hechos, o con las creencias de otros.
Cuando creo firmemente que soy una IMAGEN, hago grandes esfuerzos para sostenerla, y para mostrarla al mundo. Y mi cuerpo se desgasta. Y entonces no escucho. Por ejemplo, no escucho a un amigo lo que me está diciendo, o lo que está sintiendo cuando me está hablando; estoy más pendiente de cómo quiero que mi amigo me vea. Estoy escuchando a mi propia IMAGEN.
Todas estas palabras son fragmentos registrados.
2 comentarios:
menos mal
qué guapo esto
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