"el viejo cara de tomate"

"El viejo cara de tomate" era un vecino que vivía cerca de la casa de mis padres. Le llamábamos así con mis amigos, ya que era calvo y de piel roja. Solía observarnos desde lejos, como a 50 o 60 metros de distancia, y nosotros sosteníamos su mirada. Su cuerpo orientado en una dirección, listo para dar un paso, y su cabeza apuntando hacia atrás, mirándonos desde la otra calle. Uno contra tres. El duelo duraba minutos, y a veces se tornaba insoportable. Siempre era el viejo el que primero abandonaba el juego. Emilio, Lalo y yo nos sentíamos victoriosos cuando él se retiraba caminando despacio. Pero la realidad es que durante estos duelos de permanecer parados, como congelados, mirándonos a la distancia, el viejo sonreía. Sonreía con su boca (no con sus ojos), y nosotros nos moríamos de ansiedad, tratando de mantenernos firmes.
El viejo cara de tomate era un vecino, un señor, un tipo. Pero para nosotros era "el viejo cara de tomate", que con su mirada se instaló en nuestra memoria. Viejo cara de tomate, te saludo. Que te vaya bien. Me parece que no necesito tenerte ahí, clavado en la médula. Chau.

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